Un día, me desperté con muchas ganas de dar un paseo por la Isla de los Sueños.

Salí de casa y, como hacía mucho calor, fui a bañarme a la playa. El agua estaba fantástica. Ni  muy caliente ni muy fría. ¡En el punto justo! Me quedé en el agua más tiempo de lo que tenía pensado porque los pececillos eran tan divertidos que estuvimos jugando muchísimo.

Dábamos volteretas, hacíamos muecas y nuestras risas se convertían en burbujas debajo del agua. Comencé a tener frío y me salí del agua.

—Pero… ¡¿Qué es eso?!

¡No podía creer lo que estaba viendo! Era un gran barco de papel. Era tan grande que cabía yo dentro. No me lo pensé dos veces: salté dentro del barco y me alejé mar adentro, a la aventura.

¡Qué bonitos paisajes se podían ver de la Isla desde el barco!

De repente, ¡el barco se detuvo! ¿Qué había pasado? ¡Ah, ya! Es que el viento había dejado de soplar y, como el barco era de papel, ya no podía navegar.

¡¿Y ahora qué?! No tengo remos para remar, ni tampoco motor para que el barco pudiera navegar… ¡Estoy a la deriva en el medio del mar!

Estaba preocupada, sin saber qué hacer, cuando aparecieron mis amigos los pececillos, con los que había estado jugando. Al ver mi situación, se pusieron todos debajo del barco ¡y el barco comenzó a navegar!

Cuando llegué a la Isla, me sentí muy aliviada. ¡Qué miedo había pasado!

—Muchas gracias, amigos pececillos. ¡Qué gran aventura!

Mil besitos de Lola Toc Toc.