13 abril, 2020
Cuando los rayos del sol entraron por mi ventana esta mañana, mi casita se llenó de tanta luz que ya no pude dormir más. Me levanté para desayunar, pero vi que no me quedaba pan para hacerme unas tostadas. Mientras pensaba en alguna alternativa, escuché una voz que llegaba de fuera:
—¡Buenos días! ¡Buenos días!
Al abrir la ventana, vi a un papagayo de mil colores en la rama de un árbol. ¡Entonces se me ocurrió una gran idea! Escribí una carta al panadero para decirle que necesitaba pan y le pedí al papagayo que le llevase la carta.
Al papagayo le hacía mucha ilusión poder ayudarme. Le puse la carta en el pico y alzó el vuelo muy orgulloso. No tuve que esperar mucho tiempo hasta que regresara. —¿Qué ha pasado? —le pregunte, al ver que llegaba muy triste.
—Se me cayó la carta a mitad de camino…
—Papagayo, no estés triste, voy a escribir otra carta para que se la lleves al panadero.
Y eso hice. Escribí otra carta y se la puse en el pico al papagayo. Y él levantó el vuelo súper contento. Esta vez regresó todavía más rápido que la anterior. Y estaba muy muy triste.
—¿Qué ha pasado esta vez?
—Volví a perder la carta… No se me da bien llevar cartas en el pico. Solo se me da bien repetir lo que me dicen.
—¡Ah, entonces ya tenemos la solución! No tienes que llevar ninguna carta, solo tienes que repetirle al panadero lo que te voy a decir. Escucha con atención: ¡Lola Toc Toc necesita pan!
Y allá fue el papagayo, esta vez sin ninguna carta en el pico. Esperé un poco y, muy poco después, oí la bocina del panadero, que acababa de llegar en su pequeña moto, con el papagayo en el hombro. Les invité a entrar y tomamos juntos un riquísimo desayuno.
Mil besitos de Lola Toc Toc.
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